Wally descubre la magia de Sidi Bou Said

¡Hola amigos!

Hoy os voy a descubrir uno de los lugares más mágicos que he conocido nunca, la ciudad azul. Se trata del bello pueblo de Sidi Bou Said el cual se alza en lo alto de un acantilado que domina el Golfo de Túnez, a pocos kilómetros de Cartago.

¡Menos mal que ya estamos en 2012! Porque hasta 1.820, los cristianos teníamos prohibida la entrada a esta bonita ciudad. Hamdelah assalama (Bienvenidos) a Sidi Bou Said.

La ciudad se caracteriza por ser blanca y azul, blanca por la cal y la luz, y azul por el mar y el cielo. Desde 1920 existe la ley que aprobó Rodolphe d’Erlanger obligando a todos los habitantes de la localidad a pintar y mantener sus casas de color blanco, menos las puertas, ventanas y rejas que tenían que ser de color azul claro. Tradicionalmente estos colores son la manera de solicitar la buena suerte en el mundo árabe.

La ciudad es considerada como la gran joya árabe-andalusí y aquí os dejo algunos de los motivos.

Sin duda uno de los lugares que más me gustó fue la empinada Calle Principal, bulliciosa y llena de colorido. A ambos lados de la calle había tiendas de todo tipo, bazares y pequeños talleres donde los artesanos estaban trabajando. Al final de la calle hay una escalera que conduce al Café des Nattes, el más famoso de Túnez y desde el cual se puede observar parte del pueblo teñido de blanco y azul con el mar a sus pies.

El centro de la población está la Place Sidi Bou Said, rodeada de cafetines y puestos de dulces. Me llamó la atención una antigua tradición que me contó un simpático vendedor. El yasmín es la típica flor tunecina por eso la lucen los habitantes de Sidi Bou Said y sus hogares. Según la tradición, el hombre casado se coloca el ramillete en la oreja derecha; si busca pareja, un soltero, se insinuará colocándoselo en la oreja izquierda. En cambio, las mujeres lo guardan en su pequeño bolso para perfumar su interior.

Es visita obligada la Casa de Dar el Annabi una suntuosa mansión del siglo XVIII que permite conocer un poco más la vida en Túnez. Es una casa típica del pueblo donde a parte de poder visitar la vivienda, también se exhiben vestidos, objetos cotidianos y antigüedades de la familia.

Además existe el Museo de la Música Árabe y Mediterránea que está instalado en el palacio que donó el Barón d’Erlanger y que conserva antiguos instrumentos de música árabe, todo un deleite para los amantes de la música.

Caminando por las calles empinadas del pueblo podía observar como las personas mayores aún se vestian con la tradicional chilaba; los hombres lucían en su cabeza la sheshiya, el típico casquete tunecino, y las mujeres se cubrían con el haik. Continué andando hasta la parte más alta de la villa, donde está el Faro de Ras Qatarjamah o Faro de Cartago, junto a las ruinas del viejo ribat (fortaleza) del siglo IX. Desde estas alturas las vistas son espectaculares, podías contemplar el precioso El Golfo de Túnez y de la Goulette, el Cabo Bon y al fondo las cadenas del Atlas y el Rif Tell.

“Sidi Bou Said hace más de mil y una noche que hechiza a toda aquella persona que la visita.”